Los embalses alcanzan mínimos históricos. Los agricultores lamentan la escasez de agua para riego. Altos funcionarios, sacudidos por las disrupciones partidistas, regatean sobre los términos de nuevos planes de gestión.
Estas escenas definen la vida a lo largo del Río Grande, un río importante que Estados Unidos comparte con México y que se está secando en un clima más caliente. Por la mayoría de las medidas, esta vía fluvial icónica está en serios problemas.
El calentamiento implacable debido a la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera está agotando el río de 1,900 millas, desde sus cabeceras en el Valle de San Luis en Colorado hasta el Golfo de México. La extracción no regulada de aguas subterráneas en ambos países añade al estrés hídrico de la cuenca, tanto que Texas ha llevado a Nuevo México ante la Corte Suprema de EE.UU. por este asunto.
Hacia el sur, las condiciones no son mejores. México está obligado por tratado a entregar un promedio de 350,000 acres-pie a EE.UU. de tributarios del Río Grande cada cinco años. El ciclo actual termina en 2025. Una vez más, México va retrasado. Su déficit de aproximadamente 1 millón de acres-pie lo coloca más atrás en este punto del ciclo que nunca antes.
Esto podría significar grandes problemas, y no solo para el río. La última vez que México incumplió, en septiembre de 2020, dos personas murieron en Chihuahua, un estado en el norte de México, cuando la Guardia Nacional Mexicana disparó a agricultores que protestaban por las liberaciones de agua de la presa La Boquilla que debían satisfacer la obligación de entrega de agua aguas abajo del país.
En el centro de la controversia está el tratado de 80 años que regula los suministros de agua del Río Grande y otros dos ríos fronterizos — el poderoso Colorado, que drena gran parte del suroeste, y el pequeño Río Tijuana en el noroeste de México. Como muchos octogenarios, el tratado muestra su edad, luchando por adaptarse a las realidades de una era más cálida en el suroeste árido.
Negociadores de EE.UU. y México han trabajado en un acuerdo para pequeños ajustes en cómo se implementa el tratado. EE.UU. está listo para firmar, según María-Elena Giner, comisionada de la Comisión Internacional de Límites y Aguas (CILA), la organización binacional que supervisa el tratado de 1944. Pero México, dice, todavía está consultando con los gobiernos estatales antes de otorgar su aprobación.
Los cambios son necesarios, dice Stephen Mumme, un académico que sigue de cerca el funcionamiento de la CILA. Pero probablemente serán insuficientes frente a la revisión regulatoria, administrativa y técnica sustancial que se requiere para que el río y sus usuarios tengan un futuro sostenible a medida que la cuenca se seca y su población e industria crecen.