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La forma de nuestro mundo moderno fue creada y mantenida por nuestro acceso a energía barata. El desarrollo exponencial de la tecnología, el comercio, la riqueza y la prosperidad material ha sido posible gracias a la disponibilidad masiva de energía en forma de combustibles fósiles. Hoy en día, son fundamentales para el mundo en la producción de automóviles, el ejército, la producción de alimentos e incluso las tecnologías de energía renovable. Dado que los combustibles fósiles representan el 82% del consumo mundial actual de energía (S&P Global), la naturaleza profundamente arraigada de nuestro paradigma energético no se puede evitar y debe cuestionarse.
En los últimos años, lograr cero emisiones para 2050 se ha convertido en una fecha límite, vista como la lucha existencial de nuestro tiempo. Este objetivo, basado en el consenso científico de limitar el calentamiento global a 1,5°C por encima de los niveles preindustriales, está siendo adoptado por gobiernos y organizaciones de todo el mundo. Sin embargo, si se podrá cumplir ese plazo y a qué coste es una cuestión cada vez más apremiante. McKinsey estima que lograr cero emisiones para 2050 requeriría un total de 275 billones de dólares en activos físicos, aproximadamente el 7,5 por ciento del PIB mundial. cada año hasta 2050. Esta cifra fiable deja una cosa clara: es importante evaluar cuán prácticas y efectivas son las medidas propuestas; para que el cero exacto sea cierto, especialmente porque a principios de 2050 no hay margen de error.
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