El elevado número de muertos, que convierte a las inundaciones en el peor desastre natural de España, ha planteado dudas sobre cómo podría suceder esto en un país de la UE comprometido con la seguridad pública.
Mientras los rescatistas continuaban sacando cuerpos del barro y los escombros el jueves, la ira creció entre familias y amigos que lloraban a sus seres queridos y a miles más que murieron en la tormenta. Las calles estaban llenas de gente que caminaba para comprar alimentos básicos, los coches estaban destruidos y las calles eran intransitables debido al barro y los escombros.
El gobierno regional de Valencia está siendo criticado por no enviar un aviso de inundación a los teléfonos móviles hasta las 20:00 horas del martes, después de que comenzaran las inundaciones en algunas zonas y la agencia meteorológica nacional emitiera un aviso rojo por fuertes lluvias.
El presidente regional de Valencia, Carlos Mazón, del conservador Partido Popular, defendió el manejo de la crisis por parte de su administración, diciendo que “todos nuestros supervisores siguieron el protocolo estándar coordinado por el gobierno central español”.
El Ministerio del Interior español dijo en un comunicado que las autoridades regionales son responsables de emitir alertas para advertir a los residentes sobre posibles inundaciones y otros desastres naturales.
Mazón también está bajo fuego por anunciar a las 13:00 horas del martes que el frente de tormenta “perdería fuerza” a las 18:00 horas.
La escala y gravedad del fenómeno meteorológico extremo fueron aterradoras y difíciles de preparar y predecir para cualquier administración. Pero Valencia, en la costa mediterránea de España, tiene un historial de tormentas otoñales que provocan inundaciones, aunque más pequeñas que este monstruo tormentoso.