La educación pública ha sido una prioridad para el Estado mexicano desde hace más de un siglo. Establecer un sistema educativo nacional fue un desafío, ya que hubo períodos en los que no existía consenso al respecto. Antes de la independencia, la Iglesia católica tenía presencia en las escuelas, y muchos abogados estudiaron en seminarios en el siglo XIX.
Las disputas entre diferentes facciones políticas y eventos como la guerra con Estados Unidos y la Intervención francesa obstaculizaron la creación de un plan educativo nacional, ya que las guerras dejaban las arcas vacías. Durante el Porfiriato, hubo cierta estabilidad económica, lo que permitió institucionalizar los esfuerzos para desarrollar un sistema educativo.
La alfabetización aumentó durante este tiempo, aunque lentamente. Rodolfo Menéndez de la Peña, a través del semanario “La Escuela Primaria”, difundió avances en educación por más de dos décadas.
En 1909, se promulgó una nueva ley federal sobre educación primaria, que recuperaba un principio valioso: “La instrucción en las escuelas se considerará solo como un medio de educación”. Esto llamó la atención, ya que en lugares como Yucatán, la instrucción se consideraba un fin en sí misma. Un comentarista del Diario Yucateco expresó que la educación y la instrucción a menudo se confundían, subestimando la importancia de educar la voluntad y la educación física adecuada.
La nueva ley establecía la educación como nacional, integral, laica y gratuita. Esta visión amplia de la educación sorprendió a muchos, así como la claridad de la ley para evitar malentendidos en su interpretación.
Se destacó que la educación buscaba desarrollar el individuo integralmente, no solo formar niños sabios, sino también mexicanos comprometidos con valores morales, robustos en voluntad y con amor por lo bueno y lo bello, capaces de resistir cualquier adversidad.
El autor también señaló la eliminación de restricciones y formalidades para la enseñanza privada, destacando un principio trascendental consagrado por la ley.
Aunque marcado por su contexto histórico, el texto reflejaba comprensión sobre los objetivos de la ley, subrayando la necesidad de formar ciudadanos íntegros y comprometidos con el progreso de México.